Los que nacimos en los 80 no tuvimos la oportunidad de ver en su día la fantástica serie que televisión española emitió sobre la vida de Ramón Cajal (Adolfo Marsillach), 9 capítulos que retratan no sólo al científico sino también al hombre y al niño que fue Santiago, desde su infancia por los pueblos de Aragón hasta su muerte en Madrid. Aprovechando que está colgada en la página de rtve, estos días la he visto de principio a fin, asombrándome casi cada fotograma con la intensa vida del testarudo aragonés.
Nieto de un labriego e hijo de un médico rural (Justo Ramón, Fernando Fernán Gómez) y una mujer sin estudios (Antonia Cajal, Encarna Paso), Santiago es un niño inquieto, curioso y un trasto con aspiraciones a pintor que no se centra especialmente en los estudios. A la testarudez de su padre, cuyos métodos espantarían a cualquier pedagogo de la actualidad, le debe en gran medida el hombre de ciencia que finalmente fue. Le envía a los Escolapios de Jaca y después al Instituto de Huesca, pero Santiago es un alma libre y va aprobando raspado. Su falta de disciplina en los estudios hacen que su padre le ponga a trabajar de aprendiz de barbero y más tarde, para escarmentarle aún más le saca del instituto y el futuro premio Nobel es por un tiempo zapatero.
Escarmentado y siempre vigilado por su padre, Santiago pasa de pronto a ser un estudiante destacado, combinando la ciencia con lo que mejor se le da: el dibujo. Pero Santiago es una mente inquieta, todo le interesa, la fotografía, la pintura, la filosofía, la gimnasia, las mujeres, las aventuras y la patria. Estos dos últimos factores le llevan, tras acabar la carrera y el servicio militar, a aceptar el puesto de capitán médico en Cuba, donde le destinan a las trochas y enferma gravemente de paludismo y disentería.
Habiendo presenciado la lenta sangría de Cuba, donde los soldados morían consumidos por la enfermedad sin ni tan siquiera haber llegado a disparar, Santiago piensa que resistir en la isla no es la mejor manera que él tiene de servir a la patria y pide la licencia completa del ejército.
Enfermo y desencantado, a su vuelta a Zaragoza atraviesa una depresión que le quita las ganas de vivir. Sin embargo finalmente cambia de idea y decide retomar su carrera en la universidad, yéndose a Madrid a hacer el doctorado. Allí conoce a Aureliano Maestre, catedrático de histología, que le descubre una manera de estudiar el cuerpo humano más profunda y compleja que la simple disección y que será fuente de inspiración y ánimo durante toda su carrera.
A su vuelta a Zaragoza Santiago compra con sus ahorros de militar un microscopio y comienza, contra la voluntad de su padre (-Voy a ser investigador. – No si yo puedo impedirlo, grita Fernando Fernán Gómez en la serie) a investigar en su propia casa. Se ha casado con Silveria Fañanás (Verónica Forqué), mujer sin estudios bondadosa y generosa al extremo que sacará adelante a los hijos del matrimonio para los que Santiago no tiene demasiado tiempo. Con los ahorros de la pareja Santiago publica sus primeros descubrimientos al microscopio y su padre le anima a sacar la cátedra para poder investigar con más medios. Tras algunos fracasos consigue la cátedra de anatomía en Valencia. Santiago es bueno en todo lo que se propone: en el ajedrez, en fotografía, en dibujo y en hipnosis, disciplina gracias a la cual logra espectaculares curaciones. Una epidemia de cólera hace que Santiago se meta por unos meses a bacteriólogo, desenmascarando la ineficacia de la llamada vacuna Ferrán y proponiendo otra mejor con bacilos muertos, asunto que le granjeará no pocos enemigos.
Su gran descubrimiento vendrá poco después, estando en Barcelona, cuando después de conocer la tinción Golgi decide aplicar esta técnica para estudiar el sistema nervioso. Mejorándola y utilizando embriones de pollo descubre que el sistema nervioso no es una red continua sino que está formado por neuronas independientes, contiguas pero no continuas, demostrando que todo está formado por células y tirando por tierra uno de los viejos y oscuros dogmas de la biología, el reticulismo.
Me gusta especialmente la escena del congreso de Berlín, al que Ramón y Cajal ha ido gastando sus propios ahorros al no encontrar financiación. Está allí con sus preparaciones, solo. Nadie le conoce aún y sus publicaciones no tenían credibilidad para los grandes científicos del campo. Tras horas sentado junto a su microscopio, Santiago arrastra al suizo Kölliker hasta sus preparaciones y éste queda asombrado, es el principio de su éxito.
Después vendrán las distinciones, los honores y el Premio Nobel en 1906. Pero Santiago sigue trabajando, incansable y propone también la polaridad de las neuronas, la direccionalidad del impulso nervioso. Se interesa por la astronomía y hasta por las hormigas, escribe obras científicas y libros para el público general, es una mente incansable a pesar de la arteriosclerosis que padece en su vejez y estará activo hasta su muerte en octubre de 1934.
Santiago fue profeta en su tierra, admirado en España y en el extranjero. Puede que tuviera algo que ver el hecho de que era un hombre modesto y honrado, cuidadoso con el dinero público y sin ambición, preocupado sólo por el saber y la ciencia.
La serie puede verse aquí
Para saber más...
http://www.nobelprize.org/nobel_prizes/medicine/laureates/1906/cajal-article.html
La serie puede verse aquí
Para saber más...
http://www.nobelprize.org/nobel_prizes/medicine/laureates/1906/cajal-article.html