Cuando un animal se siente amenazado, la respuesta más común es la huida o buscar refugio. Si necesita comer buscará alimento y cuando quiera reproducirse tratará de atraer o buscar un compañero. Sin embargo, un ser vivo que no puede desplazarse tiene que desarrollar estrategias muy sofisticadas para poder defenderse, alimentarse o reproducirse. Así, lo obvio no tiene cabida en el mundo vegetal y por ello al menos a mí nunca dejan de sorprenderme. La protagonista de esta semana es Pollia condensata, una planta herbácea perenne de un metro de alto que se extiende desde Costa de Marfil a Etiopía, sur de Angola y Mozambique. El hierbajo en cuestión produce unos racimos (infrutescencias) con frutos de unos 5 mm de un intenso color azul metálico, que contienen en su interior un buen puñado de semillas.
Pollia condensata |
Los autores de este artículo buscaban plantas que desviasen la luz de una manera especial y buscando llegaron al herbario de los Reales Jardines Botánicos en Kew (Reino Unido). Allí encontraron frutos de Pollia que habían sido recogidos hace 38 años en Ghana y preservados en alcohol. A pesar del tiempo transcurrido los frutos seguían brillantes y azules, adquiriendo brillos de distintos colores al acercarse. Además los investigadores sabían que en la naturaleza, incluso en plantas muertas, los racimos brillan como pequeños zafiros vegetales. Cuando trataron de aislar pigmentos no encontraron ninguno azul. Entonces, ¿de dónde procede el color azul metálico?
La respuesta está en la estructura del fruto. El brillo procede de la cutícula exterior, una capa muy plana y transparente. La iridiscencia azul proviene sin embargo de varias capas de células con gruesas paredes celulares, formadas a su vez por fibras de celulosa dispuestas formando una especie de escalera de caracol: cada lámina se sitúa paralela a la anterior pero girada un pequeño ángulo, así, parte de la luz se refleja y parte atraviesa las fibras, siendo absorbida por los taninos marrones de las capas más profundas. Este tipo de estructuras formadas con microfibras son comunes en los otros reinos, por ejemplo en las alas de algunas mariposas, en el caparazón de ciertos escarabajos o en las plumas de algunos pájaros, pero no suele ir asociado a iridiscencia y por supuesto las fibras son de otros materiales, como la quitina. Además, parece ser que en comparación con otras estructuras biológicas los frutos de Pollia son los más brillantes de la naturaleza y un nuevo ejemplo de evolución convergente entre plantas y animales.
Pero, ¿por qué construir frutos tan arquitectónicos? Gracias a que el color brillante y metálico permanece mucho tiempo en el fruto, las oportunidades de atraer pájaros que dispersen las semillas aumentan. Además, los racimos tienen aspecto carnoso y sin embargo no tienen pulpa, lo que supone un ahorro energético para la planta. Podría ser también que la planta trate de imitar las bayas azules de otra especie de la zona (Psychotria Peduncularis) y convencer así a las aves para que se lleven sus semillas. Por otro lado, parece que algunos pájaros podrían usar estos frutos para decorar sus nidos o atraer pareja.
Las posibilidades son múltiples pero sea cual sea la correcta el engaño es completo: la planta ahorra energía y a pesar de todo consigue ser el objeto de deseo de los pájaros por más tiempo, aumentando las probabilidades de dispersar sus semillas.
Además este bonito descubrimiento abre puertas a distintas aplicaciones: los autores apuntan que podría copiarse esta forma de construir colores para remplazar colorantes en la industria alimentaria o papelera o incluso para evitar las falsificaciones de los billetes. Ahí es nada.
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Para saber más sobre esta noticia:
http://www.nature.com/news/cell-structure-gives-african-fruit-its-iridescent-hue-1.11379
http://blogs.discovermagazine.com/notrocketscience/2012/09/10/shiny-fruit-pointillist-pixellated/
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