Esta semana la Agencia Europea del Medicamento (AEM) recomendaba aprobar el primer producto de terapia génica, Glybera, para tratar una enfermedad muy poco frecuente y la Food and Drug Administration (FDA) daba su visto bueno para la comercialización de Truvada, un cóctel de antiretrovirales para disminuir el riesgo de contagio de VIH. Ambas noticias han resultado controvertidas y el debate está abierto.
La deficiencia de la lipoproteína lipasa (DLPL, LPLD en inglés) es una enfermedad hereditaria que afecta aproximadamente a una persona de cada millón, habiendo en Europa unos 200 casos. Las personas que padecen este trastorno no tienen una versión correcta de la proteína encargada de transportar las grasas ingeridas, la lipoproteína lipasa, y por tanto acumulan un exceso de grasa en la sangre y padecen dolores abdominales, altos niveles de triglicéridos y sufren graves pancreatitis recurrentes. Hasta ahora no se disponía de ningún tratamiento más allá de seguir una dieta baja en grasas, que en muchos casos no era suficiente para aliviar los síntomas, pero el panorama cambiará próximamente cuando se apruebe definitivamente el medicamento Glybera, producido por la empresa holandesa uniQure.
Se trata de un producto de terapia génica que pretende remplazar el gen defectuoso del paciente por la versión correcta y para ello se necesita un vehículo que lleve la copia adecuada del gen hasta las células donde se necesita, el denominado vector. Los virus son especialistas en introducir material genético en la célula y por ello los científicos pensaron ya en los años 70 que serían una buena herramienta para construir con ellos la maquinaria del vehículo-medicamento. En el caso de Glybera se utiliza un tipo de adenovirus, una clase de virus que causa infecciones leves como el resfriado común y a los que normalmente todo el mundo ha estado expuesto, y se modifica para que no sea capaz de replicarse y para que no cause problemas en la célula donde va a introducirse.
El medicamento se inyecta en varios puntos de la pierna del paciente y Glybera hace el resto del trabajo: introducirse en las células musculares y comenzar a producir lipoproteína lipasa. En los ensayos clínicos efectuados hasta ahora se ha observado presencia de la lipoproteína lipasa correcta a largo plazo (52 semanas tras una única administración de Glybera) y un metabolismo de las grasas mejorado. Sin embargo, parece que conseguir la recomendación de la AEM no ha sido un camino de rosas: en los últimos años la aprobación se había rechazado tres veces, pues había dudas sobre el planteamiento del ensayo clínico (en el que sólo participaron 27 pacientes), sobre su eficacia y sobre los riesgos que conllevase el uso de Glybera para la salud de los pacientes. Los antecedentes en terapia génica en humanos no ayudaban a su aprobación: si bien hace unos años se habían logrado más de una decena de curaciones de niños burbuja, un par de pacientes tratados desarrollaron leucemia debido a los vectores que se habían utilizado en ese tratamiento (virus del tipo retrovirus, que se integran al azar en el genoma pudiendo provocar graves daños si se insertan en genes problemáticos). En otro de los proyectos, esta vez también con vectores adenovirales, uno de los niños tratados murió por la fuerte respuesta inmunitaria que desarrolló su cuerpo ante el tratamiento. La AEM ha compensado sus dudas pidiendo un estricto seguimiento del producto. Así las cosas, los expertos consideran la aprobación de Glybera una buena noticia, pero son cautos y esperan que Glybera no sea un nuevo desengaño que suponga un serio revés para la terapia génica. Otros apuntan que la terapia génica no es la única solución para las enfermedades raras: especialmente en el caso de las enfermedades donde sólo un gen está afectado existen otras vías muy prometedoras, como la administración de la proteína recombinante. En cualquier caso, la aprobación del medicamento es un hito en terapia génica que puede abrir las puertas a la cura de otras enfermedades.
La otra aprobación controvertida de la semana la protagoniza el medicamento Truvada, una pastilla que combina dos antiretrovirales que inhiben de la retrotranscriptasa del VIH, una enzima esencial en el ciclo de vida del virus. Inicialmente sólo estaba indicado para el tratamiento de la infección por VIH pero su uso ha sido extendido ahora por la FDA a personas con alto riesgo de contraer la infección, concretamente a homosexuales y parejas heterosexuales con uno de los miembros ya infectado.
En los ensayos clínicos desarrollados en el este de África el uso de Truvada supuso una disminución del 75% del riesgo de contagio en personas con parejas infectadas por VIH. En otro estudio realizado en Estados Unidos con hombres homosexuales el riesgo disminuía un 44%. Sin embargo, la ampliación del público diana de este medicamento está resultando controvertida. Por un lado, en los estudios previos se ha observado que si se contrae el VIH mientras se está tomando Truvada, se generan virus resistentes al tratamiento y estos antiretrovirales dejan de ser eficaces. También preocupa el hecho de que la píldora debe ser tomada a diario y si la medicina no se toma debidamente se estaría exponiendo al virus a unas dosis insuficientes de retrovirales que podrían favorecer la adquisición de resistencia al medicamento. Así, el uso de Truvada debe ser riguroso y estaría únicamente indicado para personas que han dado negativo en la prueba del virus del sida, requiriéndose controles periódicos que lo confirmasen. Precisamente podría ayudar en esta tarea la llegada al mercado este otoño de un test (OraQuick) en el que con tan solo una muestra de saliva el usuario puede comprobar en su propia casa si está infectado con el VIH.
Por otro lado, Truvada como todos los medicamentos puede tener efectos secundarios, como acidosis láctica grave, problemas en el hígado, mal funcionamiento de los riñones o debilitamiento óseo y por sí sola no protege frente al VIH: las prácticas sexuales seguras seguirían siendo necesarias.
Así las cosas los expertos están divididos entre aquellos que ven en este medicamento una ayuda complementaria para impedir que el número de nuevos infectados aumente inexorablemente año tras año (sólo en Estados Unidos el número de hombres homosexuales infectados aumenta un 8% cada año desde 2001) y aquellos que opinan que el preservativo es más efectivo y más barato y creen que la toma incorrecta de este medicamento puede ser el origen de un grave problema sanitario (uno de los ensayos clínicos de Truvada que se llevaron a cabo en África fue suspendido por ineficacia del medicamento y posteriormente los análisis de sangre demostraron que sólo un 40% de los participantes había tomado la pastilla a diario).
Quizás la ansiada vacuna acabe de un plumazo con la controversia. Hasta entonces el debate está sobre la mesa.
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