En diciembre de 2010 saltó a la
fama una diminuta habitante del lago Mono de California: una bacteria de la
familia de las halomonadáceas. Su descubridora, Felisa Wolfe-Simon, la bautizó
como GFAJ-1, Give Felisa A Job o dale a Felisa un trabajo y fue presentada al mundo como la bacteria que
rompía todas las reglas de la bioquímica conocida, siendo capaz de construir
sus biomoléculas a partir de arsénico.
La investigadora norteamericana sabía las grandes repercusiones que iba
a tener su artículo publicado en Science, pero quizás no imaginase la polvareda
que iba a levantar ni el trabajo que ella
iba a darle a la comunidad científica.
Lago Mono |
La expectación fue muy alta desde
el principio: la NASA había anunciado una rueda de prensa que tendría un gran
impacto en la búsqueda de evidencias de vida extraterrestre. En este caldo de
cultivo y ante multitud de periodistas, el
equipo de Wolfe-Simon nos presentó a una
bacteria aislada del lago Mono, capaz de
vivir en medios con alta concentración de arsénico y sin apenas fósforo que revolucionaba
toda la bioquímica conocida: no sólo toleraba el arsénico sino que a falta de
fósforo utilizaba este elemento tóxico para
construir entre otras moléculas su ADN. Se
nos vendía una nueva forma de vida, con un metabolismo distinto y una capacidad
única de adaptación pero, ¿estaba el equipo de Felisa en lo cierto o se habían
emborrachado de entusiasmo?
Felisa en la conferencia de la NASA |
Expertos en el campo no tardaron
en poner en duda las conclusiones del trabajo: según la mayoría se trataba de
un caso de adaptación de la bacteria, que más bien era capaz de secuestrar todo
el arsénico posible y vivir a costa de rapiñar cualquier átomo de fósforo a su
alcance. Se argumentaba principalmente
que no se demostraba inequívocamente la incorporación del arsénico a ninguna de las moléculas
orgánicas de la bacteria (a pesar de que se hubiera podido hacer de manera
sencilla por varios métodos) y también que, según los datos obtenidos durante
décadas de trabajo en la química del
arsénico y el fósforo, los enlaces que el arsenato es capaz de formar son
órdenes de magnitud menos estables que los correspondientes del fósforo. Por
otro lado en las bacterias crecidas con más arsénico se veían grandes vacuolas
y no se aislaba ARN: los críticos deducían que la bacteria estaba secuestrando
el arsénico y probablemente había detenido la producción de ARN para conservar
el fosfato. Incluso algunos autores de artículos citados en el texto de la
publicación como apoyo de las teorías de Wolfe-Simon quisieron corregir las
interpretaciones que el equipo de la NASA había dado a algunos de sus datos (es
el caso de Cotner y Hall, que no creían comparables los requerimientos de
fosfato de una E. coli con los de una
bacteria ambiental como GFAJ-1).
Ante la tormenta desatada la
revista Science publicó en Junio de 2011 el paper junto con 8 comentarios
técnicos que advertían de sobreinterpretaciones o falta de evidencias. Además
también adjuntaban la repuesta del
equipo de Wolfe-Simon, que no se daban por vencidos y seguían defendiendo a
capa y espada la extraordinaria naturaleza de su criatura.
No ha sido hasta esta semana
cuando se han publicado en la misma revista dos trabajos que refutan
definitivamente los resultados de Wolfe-Simon y su equipo: a pesar de utilizar
las GFAJ-1 que el equipo de la NASA les
envió, ninguno de los dos grupos ha sido capaz de reproducir los resultados
presentados en el artículo original. El grupo de Rosie Redfield, una de las microbiólogas más críticas y entusiasta
defensora de la ciencia en abierto, que desde el principio publicó las debilidades
del paper de Wolfe-Simon en su blog, no ha encontrado ninguna forma de arsénico
incorporada en el ADN de las bacterias. Por su parte el otro grupo, liderado
por Julia Vorholt desde Zúrich, describe que las GFAJ-1 no crecen en medio sin fósforo y con arsénico:
parece que en los medios de Felisa había más fósforo del que ella misma pensaba. Ambos
grupos están de acuerdo en que las GFAJ-1 son tolerantes a arsénico pero
dependientes de fósforo como cualquier otro organismo.
Rosie Redfield, con su original pelo azul |
Felisa admite ahora que su
bacteria necesite fósforo pero sin embargo se defiende y responde que las pequeñas cantidades de arsénico
incorporadas por la bacteria pueden ser muy difíciles de encontrar, más aún
porque podrían ser muy inestables tras romper las células. Después de lo
ocurrido, ¿seguirán teniendo las
próximas publicaciones de Wolfe-Simon la misma repercusión? Esperemos al menos que los revisores de sus
futuros artículos pidan como decía Carl Sagan,
pruebas excepcionales para apoyar teorías excepcionales. Para que al menos tenga una oportunidad sólo
le deseo que no le toque como revisora Rosie Redfield, que recientemente
declaraba: “We've done our part. This is a clean demonstration, and I see no point in spending any more
time on this,” (Hemos hecho nuestra parte. Esta es una demostración
limpia y no veo por qué deberíamos perder más tiempo en esto). Ahí queda eso.
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