La ciencia avanza gracias al trabajo de hombres y mujeres
que cada día, desde el laboratorio, aportan su granito de arena al conocimiento
común. Así, no podía faltar en este blog una sección dedicada a los grandes
científicos que con sus descubrimientos han marcado un antes y un después en la
historia de la ciencia. Como además
según un estudio publicado recientemente por la fundación BBVA casi la mitad de
los españoles no es capaz de recordar el nombre de ningún científico eminente,
esta sección se hace imprescindible.
Mientras que en 1822, el año en que nació Louis Pasteur, ya funcionaba el ferrocarril y se había
adoptado el sistema métrico, el origen
de las enfermedades era aún desconocido. Leeuwenhoek había pasado su vida observado animalillos a
través de las lentes que él mismo tallaba, Spallanzani había tratado de refutar
la teoría de la generación espontánea y Edward Jenner vacunaba contra la
viruela sin comprender el fundamento último de la inmunización: la
microbiología y la inmunología estaban aún pañales.
Louis Pasteur |
Pasteur era de carácter
impetuoso y en su juventud se formó como
químico. No tardó en obtener su primer éxito al descubrir los isómeros ópticos
mientras trabajaba con cristales de ácido tartárico. Por diferentes razones era un férreo detractor
de la teoría de la generación espontánea y comenzó a hacer incursiones en el
mundo de la biología. Distintos
industriales vinieron a pedirle ayuda para paliar las pérdidas económicas que
les afectaban. Pasteur no sabía decir que no y fue así como, armado con su
microscopio y con la ayuda de sus colaboradores y mucha paciencia, descubrió
los microrganismos responsables de la fermentación del ácido láctico que
estropeaban la cerveza y los que volvían el vino amargo, agrio o graso. Comparando muestras de cubas enfermas y
sanas, estableció que así como unos fermentos beneficiosos
eran los responsables de producir cerveza o vino otras poblaciones de
microbios los estropeaban. También
descubrió que una vez terminada la fermentación, si se calentaba el vino lo
suficiente, se acababa con las poblaciones de microbios perjudiciales y el
producto se mantenía intacto, el proceso que actualmente se conoce como
pasteurización.
Su fama iba aumentando
y recibió una petición aún más insólita procedente de la industria de la seda
francesa: los gusanos estaban muriendo de lo que se conocía como pebrina. Poco
se sabía objetivamente de esta enfermedad y Pasteur tuvo que empezar de cero.
Junto con sus ayudantes descubrió que los gránulos microscópicos que tenían los
gusanos en su cuerpo no eran sólo consecuencia de la enfermedad sino la causa ya
que allí se encontraba el parásito. Seleccionando hojas de morera no
contaminadas por los restos de los gusanos enfermos era fácil mantener una
población sana y asegurar la producción.
Debido a sus éxitos Pasteur había conseguido que Napoleón III se
comprometiera a construir un gran laboratorio donde pudiera trabajar a sus
anchas y sin riesgo para la salud pública, pero en 1868 sufrió una hemorragia
cerebral que lo dejó temporalmente sin habla y con parálisis en su lado
izquierdo. Cuando despertó las obras de
su laboratorio se habían detenido, lo que provocó su ira y las disculpas del
emperador, que ordenó reanudar los trabajos. Sin embargo, para gran disgusto de
Pasteur, que seguía con su lado izquierdo afectado, la construcción de su
laboratorio se vio interrumpida una vez más en 1870 por la invasión alemana que
tuvo lugar durante la guerra Franco-Prusiana. En Octubre de ese año el emperador había sido
capturado, el hijo de Pasteur, que había
luchado en la guerra, estaba enfermo de tifus y el laboratorio seguía
sin construirse. Así comenzó el odio de
Pasteur hacia todo lo alemán y planeó su
patriótica venganza: convertir la cerveza francesa en la mejor del mundo para
atacar a la economía alemana, que acaparaba el mercado europeo, pues las
cervezas alemanas eran ligeras y duraban más tiempo que el resto. Buscó cepas que fermentasen más rápido sin
aportar sabor y difundió sus descubrimientos por toda Europa, incluyendo un
libro que se convirtió en la biblia de las cerveceras y cuya traducción al
alemán no fue autorizada.
Robert Koch |
Mientras Pasteur desarrollaba su
venganza, el joven Robert Koch que había servido como médico voluntario en las
filas alemanas que habían invadido Francia, regresó tras la guerra a su
rutinaria vida como médico rural, viajando a caballo de una cama a otra sin
muchas soluciones que aportar: a pesar de los trabajos de Pasteur poco se sabía
aún sobre la verdadera causa de las enfermedades
humanas. Koch empezó a interesarse por el
carbunco, una enfermedad que podía llegar a diezmar al ganado. Observó la
sangre de animales enfermos y descubrió en ella la presencia de unos bacilos
que otros ya habían apuntado como los causantes de la enfermedad, sin haber
logrado demostrarlo. Koch ideó un método
para infectar animales sanos, que enfermaban y en cuya sangre volvía a
encontrar los bacilos multiplicados. Después consiguió cultivar los bacilos entre
láminas de cristal durante varias generaciones, al cabo de las cuales seguían
conservando su capacidad infectiva. Además observó que los bacilos del carbunco
eran capaces de hacerse más resistentes y conservar sus propiedades infecciosas
transformándose en esporas. Con sus
cultivos, las preparaciones para el microscopio y unos cuantos animales sanos, Koch desveló al mundo la causa del carbunco y
dio las claves para que los ganaderos pudieran eliminar los nidos de bacilos en
que se convertían los animales muertos.
Mientras el metódico Koch
desarrollaba medios sólidos de cultivo a base de patata, nuevas tinciones y
empezaba a investigar la tuberculosis, Pasteur siguió por su lado investigando
el carbunco. Junto con sus ayudantes descubrieron casualmente que si infectaban
animales con cultivos de bacilos envejecidos a temperaturas que no permitían la
formación de esporas, éstos desarrollaban la enfermedad pero se recuperaban
rápidamente y resistían después una inoculación con bacilos normales. Habían
descubierto uno de los factores de la inmunidad. Afectados por una fuerte epidemia de
carbunco, los ganaderos de Budapest pidieron ayuda a Pasteur, que envió a uno
de sus jóvenes ayudantes a vacunar decenas de ovejas. La primera prueba
funcionó correctamente pero en la segunda vacunación murieron ovejas vacunadas.
Enterado del fracaso de Pasteur, Koch examinó la vacuna y encontró en ella dos
tipos de bacilos: sin que Pasteur lo supiera, su ayudante Chamberland había
estado inoculando otra especie benigna de bacilos para impedir mayor atenuación
del ántrax. Koch atacó duramente los métodos de Pasteur, acusándole de mala
praxis y le retó a probar la eficacia de la vacuna en suelo alemán.
Lo cierto es que la fortuna seguía sonriendo a Robert Koch: tras desarrollar
medios de cultivo que contenían suero sanguíneo, Koch había conseguido aislar
el microrganismo responsable de la tuberculosis, enfermedad que en aquella época
provocaba una de cada siete muertes. Presentó sus descubrimientos al mundo en
1982 y la noticia corrió como la pólvora. Ese mismo año, en septiembre, se
celebró en Ginebra el IV Congreso sobre
Higiene. Pasteur, dolido por el varapalo
de Hungría, aprovechó para defenderse de las críticas de su enemigo alemán.
Koch respondió que el francés no había aportado nada nuevo sobre la atenuación
de los virus y que no iba a responder a sus críticas, prefiriendo reservar sus
palabras para las páginas de las revistas de medicina.
A pesar de los ataques contra
Pasteur y de seguir con su lado izquierdo afectado por la parálisis éste no
cesó nunca su actividad. En 1885, tras años de duro trabajo, Pasteur y su
equipo inmunizaron a un niño que había sido mordido por un perro rabioso con el
virus atenuado. Éste sobrevivió a la enfermedad y tras él vinieron buscando la
salvación otras muchas personas que habían sido atacadas por animales rabiosos,
sobreviviendo igualmente.
Murió Pasteur en 1895, habiendo desterrado
de Europa la cerveza alemana y habiendo cumplido casi todo lo que se propuso.
Koch continuó investigando el cólera y en 1905 recibió el premio Nobel,
falleciendo 5 años después. Pasteur y Koch nunca se llevaron bien pero fueron
dos genios cuyas aportaciones cambiaron el mundo para siempre.
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