sábado, 5 de mayo de 2012

La ingeniería genética en el cine...


Los avances científicos mezclados con una buena dosis de imaginación han sido ingredientes comunes en grandes historias del séptimo arte. Los clones son  sin duda el recurso favorito de muchos directores. Los han utilizado para recuperar especies extintas, como repuestos infinitos de órganos para lograr la inmortalidad de los ricos, como trabajadores en misiones desagradables para los seres humanos estándar o simplemente como un medio para mejorar la raza humana a gusto del consumidor (eugenesia).
   
Como la ciencia puede utilizarse para el bien y para el mal, en 1978 la película Los niños del Brasil narraba el maléfico (y afortunadamente ficticio) plan del Dr. Mengele para clonar a Hitler y restaurar el régimen nazi.
Cuatro años después, Blade Runnerplantea un 2019 decadente donde una empresa (Tyrell Corporation) crea mediante ingeniería genética seres muy similares a los humanos, con mejores cualidades físicas pero emocionalmente torpes y sin capacidad de empatía: los replicantes. Se utilizan como esclavos en el espacio pero son ilegales en la Tierra después de que un grupo se rebelase en Marte contra los humanos de forma sangrienta. Ahora 6 replicantes están en Los Ángeles y los blade runner son el cuerpo de policía encargado de eliminarlos o en su terminología, de “retirarlos”. 


¿Qué es lo que nos hace humanos?  En el caso de Blade Runner sólo son tratados como personas los seres humanos naturales, los no modificados. En GATTACA (1997) sin embargo el planteamiento es inverso: los niños que se engendran al modo tradicional son considerados no válidos, mientras que aquellos que provienen de embriones seleccionados genéticamente y mejorados son los destinados a la élite social. ¿Es nuestro código genético determinista?  Vincent Freeman, un hijo de la fe, un no válido, está convencido de que no, de que puede luchar contra sus limitaciones genéticas y engañar al sistema para dejar atrás el estigma que le impide cumplir  su sueño: viajar al espacio.  



En el espacio se desarrolla también Moon (2009), donde Sam Bell está a pocas semanas de regresar a casa tras una misión de 3 años en la  cara oculta de la Luna, con la única compañía de un robot y las  videollamadas de su mujer. Su rutina se ve interrumpida al final de la misión cuando un día cualquiera sale del perímetro de trabajo y se encuentra con otro ser humano que además se parece mucho a él.   Mientras que Sam sueña con volver a la Tierra, los protagonistas de La Isla (2005) viven en un recinto controlado protegidos de un desastre ecológico mundial y anhelan ir a la isla, el único lugar del mundo  que escapó a la catástrofe y la vía para acabar con la restricción de libertades a las que son sometidos. Sin embargo parece que un gran secreto se oculta tras el idílico paraíso.


Aunque ha llovido ya mucho desde el 93, mi película favorita del género es sin duda Parque Jurásico. Spielberg nos hizo vivir por unos minutos en un mundo donde los dinosaurios hacían temblar la tierra de nuevo. ¿Cómo devuelven la vida a criaturas que se extinguieron hace 65 millones de años?

El procedimiento parece sencillo: algunos de los mosquitos que en su día picaron a los dinosaurios quedaron atrapados en ámbar, preservando en su interior la sangre del monstruito. Los científicos de Jurassic Park extraen la sangre y de ella el ADN del dinosaurio, que amplifican y ordenan. Los fragmentos que no se han preservado bien los rellenan con ADN de rana. Mezclamos, toque mágico y metemos todo en un huevo de avestruz del que semanas después nacerá nuestro pequeño dinosaurio, todos hembras eso sí, para que no puedan reproducirse por sí mismas y tengamos controlada a la población del parque.   


Parece una tarea sencilla pero ¿es factible? Hoy en día casi 20 años después sigue siendo un proyecto inviable.  Dejando a un lado la dificultad de encontrar mosquitos fosilizados con sangre de dinosaurio  en su interior, cualquier muestra biológica con 65 millones de años no estará intacta, sino que tendrá el ADN más o menos degradado. Además estará contaminado con ADN de otras especies como bacterias u hongos.  No se conoce la secuencia del genoma de los dinosaurios, así que ordenar los fragmentos correctamente supone un gran desafío: se necesitarían múltiples muestras de distintos animales para disminuir los errores en la secuencia y que el genoma sea viable (si tiene muchas mutaciones el organismo no sobrevivirá). Si quedasen huecos en el puzzle genómico habría que buscar un pariente cercano vivo (quizás más bien pájaros que ranas) y comparar sus genes para tratar de encontrar la secuencia que falta: todo un reto.  Por otro lado, en el ADN hay secuencias repetitivas muy difíciles de ordenar, si bien es cierto que la biología sintética ha conseguido producir centrómeros y telómeros artificiales perfectamente funcionales. Conseguir la secuencia perfecta no bastaría: habría que organizar los distintos fragmentos en cromosomas y no se conoce el número de cromosomas de cada dinosaurio.  Si se superasen todos estos obstáculos habría que sintetizar los cromosomas en el laboratorio. Hasta ahora el genoma más grande que se ha sintetizado químicamente es el de la bacteria Mycoplasma mycoides  y el de cualquier dinosaurio sería sin duda mucho más grande. Cuanto más grande es la secuencia a sintetizar químicamente más difícil es mantenerla estable porque tiende a romperse y a perder trocitos. Si aún a pesar de todas las dificultades se consiguiesen cromosomas de dinosaurio, habría que introducirlos en un núcleo celular, preferentemente en el óvulo de alguna especie cercana que permitiese el correcto desarrollo del embrión. Así, parece que devolver a la vida a los dinosaurios es hoy por hoy ciencia ficción. Retos similares deben ser superados para resucitar a los mamuts, aunque en este caso los restos biológicos están mejor conservados y se dispone de un pariente cercano vivo, el elefante indio.  Lo que sí es  realidad es la regeneración de plantas que vivieron hace 30000 años a partir de semillas conservadas en el permafrost: la plasticidad de las plantas allana mucho el terreno.

Volviendo al séptimo arte, no quiero cerrar este post sin mencionar La Piel Que Habito, donde el ilustre Antonio Banderas interpreta al Doctor Robert Ledgard, que trata de crear clandestinamente en su laboratorio una piel más resistente a base de transferir genes de cerdo a células humanas. Parece estar consiguiéndolo pero ¿quién será su cobaya?


La ciencia y el cine hacen buena pareja y  hay sin duda muchos más ejemplos... ¿cuáles más se os ocurren?

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