domingo, 27 de mayo de 2012

Pasteur y Koch: genios enfrentados


La ciencia avanza gracias al trabajo de hombres y mujeres que cada día, desde el laboratorio, aportan su granito de arena al conocimiento común. Así, no podía faltar en este blog una sección dedicada a los grandes científicos que con sus descubrimientos han marcado un antes y un después en la historia de la ciencia.  Como además según un estudio publicado recientemente por la fundación BBVA casi la mitad de los españoles no es capaz de recordar el nombre de ningún científico eminente, esta sección se hace imprescindible.

Mientras que en 1822, el año en que  nació Louis Pasteur,  ya funcionaba el ferrocarril y se había adoptado el sistema métrico,  el origen de las enfermedades era aún desconocido. Leeuwenhoek  había pasado su vida observado animalillos a través de las lentes que él mismo tallaba, Spallanzani había tratado de refutar la teoría de la generación espontánea y Edward Jenner vacunaba contra la viruela sin comprender el fundamento último de la inmunización: la microbiología y la inmunología estaban aún pañales.
  
Louis Pasteur
Pasteur era de carácter impetuoso  y en su juventud se formó como químico. No tardó en obtener su primer éxito al descubrir los isómeros ópticosmientras trabajaba con cristales de ácido tartárico.  Por diferentes razones era un férreo detractor de la teoría de la generación espontánea y comenzó a hacer incursiones en el mundo de la biología.  Distintos industriales vinieron a pedirle ayuda para paliar las pérdidas económicas que les afectaban. Pasteur no sabía decir que no y fue así como, armado con su microscopio y con la ayuda de sus colaboradores y mucha paciencia, descubrió los microrganismos responsables de la fermentación del ácido láctico que estropeaban la cerveza y los que volvían el vino amargo, agrio o graso.  Comparando muestras de cubas enfermas y sanas, estableció que así como unos fermentos  beneficiosos  eran los responsables de producir cerveza o vino otras poblaciones de microbios los estropeaban.  También descubrió que una vez terminada la fermentación, si se calentaba el vino lo suficiente, se acababa con las poblaciones de microbios perjudiciales y el producto se mantenía intacto, el proceso que actualmente se conoce como pasteurización.  

Su fama iba aumentando y recibió una petición aún más insólita procedente de la industria de la seda francesa: los gusanos estaban muriendo de lo que se conocía como pebrina. Poco se sabía objetivamente de esta enfermedad y Pasteur tuvo que empezar de cero. Junto con sus ayudantes descubrió que los gránulos microscópicos que tenían los gusanos en su cuerpo no eran sólo consecuencia de la enfermedad sino la causa ya que allí se encontraba el parásito. Seleccionando hojas de morera no contaminadas por los restos de los gusanos enfermos era fácil mantener una población sana y asegurar la producción.  Debido a sus éxitos Pasteur había conseguido que Napoleón III se comprometiera a construir un gran laboratorio donde pudiera trabajar a sus anchas y sin riesgo para la salud pública, pero en 1868 sufrió una hemorragia cerebral que lo dejó temporalmente sin habla y con parálisis en su lado izquierdo.  Cuando despertó las obras de su laboratorio se habían detenido, lo que provocó su ira y las disculpas del emperador, que ordenó reanudar los trabajos. Sin embargo, para gran disgusto de Pasteur, que seguía con su lado izquierdo afectado, la construcción de su laboratorio se vio interrumpida una vez más en 1870 por la invasión alemana que tuvo lugar durante la guerra Franco-Prusiana.  En Octubre de ese año el emperador había sido capturado, el hijo de Pasteur, que había  luchado en la guerra, estaba enfermo de tifus y el laboratorio seguía sin construirse.  Así comenzó el odio de Pasteur  hacia todo lo alemán y planeó su patriótica venganza: convertir la cerveza francesa en la mejor del mundo para atacar a la economía alemana, que acaparaba el mercado europeo, pues las cervezas alemanas eran ligeras y duraban más tiempo que el resto.  Buscó cepas que fermentasen más rápido sin aportar sabor y difundió sus descubrimientos por toda Europa, incluyendo un libro que se convirtió en la biblia de las cerveceras y cuya traducción al alemán no fue autorizada.

Robert Koch
Mientras Pasteur desarrollaba su venganza, el joven Robert Koch que había servido como médico voluntario en las filas alemanas que habían invadido Francia, regresó tras la guerra a su rutinaria vida como médico rural, viajando a caballo de una cama a otra sin muchas soluciones que aportar: a pesar de los trabajos de Pasteur poco se sabía aún sobre la verdadera causa de las  enfermedades humanas.  Koch empezó a interesarse por el carbunco, una enfermedad que podía llegar a diezmar al ganado. Observó la sangre de animales enfermos y descubrió en ella la presencia de unos bacilos que otros ya habían apuntado como los causantes de la enfermedad, sin haber logrado demostrarlo.  Koch ideó un método para infectar animales sanos, que enfermaban y en cuya sangre volvía a encontrar los bacilos multiplicados.  Después consiguió cultivar los bacilos entre láminas de cristal durante varias generaciones, al cabo de las cuales seguían conservando su capacidad infectiva. Además observó que los bacilos del carbunco eran capaces de hacerse más resistentes y conservar sus propiedades infecciosas transformándose en esporas.  Con sus cultivos, las preparaciones para el microscopio y unos cuantos animales sanos,  Koch desveló al mundo la causa del carbunco y dio las claves para que los ganaderos pudieran eliminar los nidos de bacilos en que se convertían los animales muertos.  

Mientras el metódico Koch desarrollaba medios sólidos de cultivo a base de patata, nuevas tinciones y empezaba a investigar la tuberculosis, Pasteur siguió por su lado investigando el carbunco. Junto con sus ayudantes descubrieron casualmente que si infectaban animales con cultivos de bacilos envejecidos a temperaturas que no permitían la formación de esporas, éstos desarrollaban la enfermedad pero se recuperaban rápidamente y resistían después una inoculación con bacilos normales. Habían descubierto uno de los factores de la inmunidad.  Afectados por una fuerte epidemia de carbunco, los ganaderos de Budapest pidieron ayuda a Pasteur, que envió a uno de sus jóvenes ayudantes a vacunar decenas de ovejas. La primera prueba funcionó correctamente pero en la segunda vacunación murieron ovejas vacunadas. Enterado del fracaso de Pasteur, Koch examinó la vacuna y encontró en ella dos tipos de bacilos: sin que Pasteur lo supiera, su ayudante Chamberland había estado inoculando otra especie benigna de bacilos para impedir mayor atenuación del ántrax. Koch atacó duramente los métodos de Pasteur, acusándole de mala praxis y le retó a probar la eficacia de la vacuna en suelo alemán.

Lo cierto es que la  fortuna seguía sonriendo a Robert Koch: tras desarrollar medios de cultivo que contenían suero sanguíneo, Koch había conseguido aislar el microrganismo responsable de la tuberculosis, enfermedad que en aquella época provocaba una de cada siete muertes. Presentó sus descubrimientos al mundo en 1982 y la noticia corrió como la pólvora. Ese mismo año, en septiembre, se celebró  en Ginebra el IV Congreso sobre Higiene.  Pasteur, dolido por el varapalo de Hungría, aprovechó para defenderse de las críticas de su enemigo alemán. Koch respondió que el francés no había aportado nada nuevo sobre la atenuación de los virus y que no iba a responder a sus críticas, prefiriendo reservar sus palabras para las páginas de las revistas de medicina.

A pesar de los ataques contra Pasteur y de seguir con su lado izquierdo afectado por la parálisis éste no cesó nunca su actividad. En 1885, tras años de duro trabajo, Pasteur y su equipo inmunizaron a un niño que había sido mordido por un perro rabioso con el virus atenuado. Éste sobrevivió a la enfermedad y tras él vinieron buscando la salvación otras muchas personas que habían sido atacadas por animales rabiosos, sobreviviendo igualmente.

Murió Pasteur en 1895, habiendo desterrado de Europa la cerveza alemana y habiendo cumplido casi todo lo que se propuso. Koch continuó investigando el cólera y en 1905 recibió el premio Nobel, falleciendo 5 años después. Pasteur y Koch nunca se llevaron bien pero fueron dos genios cuyas aportaciones cambiaron el mundo para siempre.

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